[En la torre de
SEGISMUNDO]
Descúbrese SEGISMUNDO, como al principio, con pieles y cadena, durmiendo en
el suelo; salen CLOTALDO, CLARÍN y los dos criados
CLOTALDO: Aquí le habéis de dejar
pues hoy su soberbia acaba
donde empezó.
CRIADO 1 Como estaba,
la cadena vuelvo a atar.
CLARÍN: No acabes de despertar,
Segismundo, para verte
perder, trocada la suerte
siendo tu gloria fingida,
una sombra de la vida
y una llama de la muerte.
CLOTALDO: A quien sabe discurrir,
así, es bien que se prevenga
una estancia, donde tenga
harto lugar de argüir.
Éste es el que habéis de asir
y en ese cuarto encerrar.
CLARÍN: ¿Por qué a mí?
CLOTALDO: Porque ha de estar
guardado en prisión tan grave,
Clarín que secretos sabe,
donde no pueda sonar.
CLARÍN: ¿Yo, por dicha, solicito
dar muerte a mi padre? No.
¿Arrojé del balcón yo
al Icaro de poquito?
¿Yo muero ni resucito?
¿Yo sueño o duermo? ¿A qué fin
me encierran?
CLOTALDO: Eres Clarín.
CLARÍN: Pues ya digo que seré
corneta, y que callaré,
que es instrumento ruín.
Llévanle a CLARÍN. Sale el rey
BASILIO, rebozado
BASILIO: ¿Clotaldo?
CLOTALDO: ¡Señor! ¿Así
viene vuestra majestad?
BASILIO: La necia curiosidad
de ver lo que pasa aquí
a Segismundo, ¡ay de mí!
de este modo me ha traído.
CLOTALDO: Mírale allí, reducido
a su miserable estado.
BASILIO: ¡Ay, príncipe desdichado
y en triste punto nacido!
Llega a despertarle, ya
que fuerza y vigor perdió
con el opio que bebió.
CLOTALDO: Inquieto, señor, está,
y hablando.
BASILIO: ¿Qué soñará
agora? Escuchemos, pues.
En sueños
SEGISMUNDO:
Piadoso príncipe es
el que castiga tiranos;
muera Clotaldo a mis manos,
bese mi padre mis pies.
CLOTALDO: Con la muerte me amenaza.
BASILIO: A mí con rigor y afrenta.
CLOTALDO: Quitarme la vida intenta.
BASILIO: Rendirme a sus plantas traza.
En sueños
SEGISMUNDO: Salga
a la anchurosa plaza
del gran teatro del mundo
este valor sin segundo;
porque mi venganza cuadre,
vean triunfar de su padre
al príncipe Segismundo.
Despierta
Mas, ¡ay de mí! ¿Dónde estoy?
BASILIO: Pues a mí no me ha de ver;
ya sabes lo que has de hacer.
Desde allí a escucharle voy.
Retírase el rey BASILIO
SEGISMUNDO: ¿Soy
yo por ventura? ¿Soy
el que preso y aherrojado
llego a verme en tal estado?
¿No sois mi sepulcro vos,
torre? Sí.
¡Válgame Dios,
qué de cosas he soñado!
CLOTALDO: (A mí me toca llegar, Aparte
a hacer la desecha agora).
SEGISMUNDO: ¿Es
ya de despertar hora?
CLOTALDO: Sí, hora es ya de despertar.
¿Todo el día te has de estar
durmiendo? ¿Desde que yo
al águila que voló
con tarda vista seguí
y te quedaste tú aquí,
nunca has despertado?
SEGISMUNDO: No.
Ni aun agora he despertado;
que según, Clotaldo, entiendo,
todavía estoy durmiendo,
y no estoy muy engañado;
porque si ha sido soñado
lo que vi palpable y cierto,
lo que veo será incierto;
y no es mucho que, rendido,
pues veo estando dormido,
que sueñe estando despierto.
CLOTALDO: Lo que soñaste me di.
SEGISMUNDO:
Supuesto que sueño fue,
no diré lo que soñé;
lo que vi, Clotaldo, sí.
Yo desperté, y yo me vi,
--¡qué crueldad tan lisonjera!--
en un lecho, que pudiera
con matices y colores
ser el catre de las flores
que tejió la primavera.
Aquí mil nobles, rendidos
a mis pies nombre me dieron
de su príncipe, y sirvieron
galas, joyas y vestidos.
La calma de mis sentidos
tú trocaste en alegría,
diciendo la dicha mía;
que, aunque estoy de esta manera,
príncipe en Polonia era.
CLOTALDO: Buenas albricias tendría.
SEGISMUNDO: No
muy buenas; por traidor,
con pecho atrevido y fuerte
dos veces te daba muerte.
CLOTALDO: ¿Para mí tanto rigor?
SEGISMUNDO: De
todos era señor,
y de todos me vengaba;
sólo a una mujer amaba...
que fue verdad, creo yo,
en que todo se acabó,
y esto sólo no se acaba.
Vase el rey BASILIO
CLOTALDO: (Enternecido se ha ido Aparte
el rey de haberle escuchado).
Como habíamos hablado
de aquella águila, dormido,
tu sueño imperios han sido;
mas en sueños fuera bien
entonces honrar a quien
te crïó en tantos empeños,
Segismundo, que aun en sueños
no se pierde el hacer bien.
Vase CLOTALDO
SEGISMUNDO: Es
verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos;
y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
FIN DEL
SEGUNDO ACTO
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