¡Oh gran amadora
del Eterno Dios;
estrella
luciente,
amparadnos vos!
Desde tierna edad
tomastes Esposo;
fue tanto el
amor,
que no os dio
reposo.
Quien es
temeroso,
no se llegue a
vos,
si estima la vida
y el morir por
vos.
Mirad los
cobardes
aquesta doncella,
que no estima el
oro
ni verse tan
bella:
metida en la
guerra
de persecución,
para padecer
con gran corazón.
Más pena le da
vivir sin su
Esposo,
y así en los tormentos
hallaba reposo:
todo le es
gozoso,
querría ya morir,
pues que con la
vida
no puede vivir.
Las que
pretendemos
gozar de su gozo,
nunca nos
cansemos,
por hallar
reposo.
¡Oh engaño
engañoso,
y qué sin amor,
es querer sanar,
viviendo el dolor!
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