Thursday, 29 January 2015

“Las Monjas Cartujas” by Cartuja Santa María de Benifaça (in Spanish)



Cuando San Bruno se adentró en los bosques de Chartreuse (Francia) en el lejano junio de 1084, no sospechaba que sería Padre de una numerosa familia de monjes e incluso de monjas. Él y sus seis compañeros, no pretendían más que encontrar "un lugar a propósito para la vida eremítica donde entregarse a la contemplación del Único Bien".
            Sólo después de la muerte de Bruno (1101) empezó la expansión de la forma de vida que él iniciara. Expansión que, al principio, revistió características propias. Los primeros monasterios de monjes cartujos se constituyeron a partir de grupos monásticos ya existentes que adoptaron las "Costumbres" o Regla en vigor en Chartreuse. Más tarde esos grupos se unieron y formaron jurídicamente nuestra Orden (1140).
            Análogo, en cierto sentido, fue el origen de la rama femenina de la Cartuja. Las monjas de Prébayon (en Provenza, Francia), obtuvieron gracias al Beato Juan de España, cartujo de Montrieux, una copia de las "Costumbres" de la Cartuja y las adoptaron como Regla (hacia 1145). En esa época el concepto de "Regla" era muy amplio... Al escoger una, se la podía adaptar a las necesidades del propio monasterio, y eso es lo que hicieron las monjas de Prébayon: tomar las "Costumbres cartujanas" conservando al mismo tiempo ciertos usos peculiares, cosa perfectamente legítima, ya que ningún vínculo jurídico las unía a la Orden de la Cartuja. Su filiación jurídica se realizó hacia 1150-1155.
            Esa filiación, al principio, fue principalmente de orden espiritual. El monasterio de Prébayon, situado en un lugar muy solitario, encontró en la espiritualidad cartujana el ideal que respondía a su estricta separación del mundo. Pero a nivel de observancia práctica, las monjas continuaron concediendo a la vida común un lugar más amplio que el previsto en las "Costumbres" para los monjes.
            Al multiplicarse los monasterios de monjas cartujas, la Orden fue concediéndoles acceso a las diversas observancias cartujanas. Nunca, sin embargo, se apresuró por establecer la observancia clave de la vocación cartujana: la soledad estricta y personal. Se creía entonces que el temperamento femenino no era apto para asumir dicha soledad en la misma proporción que los monjes, y se aceptaba esa creencia sin discusión.
            Pasaron los siglos. Los monasterios cartujanos femeninos, aunque no exentos de flaquezas, conocieron épocas de fervor y santidad. Con todo, el sello que marca nuestra historia es una larga serie de tribulaciones que desembocan en la total extinción de nuestras casas, a raíz de la Revolución Francesa (1792).
            El año 1820 señala una nueva era: cinco monjas supervivientes de la Revolución, se reúnen y hacen resurgir nuestra vocación. Brotan las primeras fundaciones en Francia y luego en Italia. La vida cartujana femenina se organiza en todos esos monasterios según las antiguas y conocidas tradiciones: una separación formal del mundo y una vida común bastante intensa.
            El siglo XX abre otros horizontes y hacia mediados del mismo se dibuja una nueva corriente. Las jóvenes generaciones de monjas presienten, que el espíritu de desierto de la Cartuja sólo puede vivirse plenamente, si tanto la observancia como las estructuras externas están realmente de acuerdo con él. Un deseo cada vez mejor definido bulle en un buen número de monjas; se anhela una vida cartujana plena, en la que la soledad ocupe un lugar semejante al que San Bruno y sus hijos le han concedido desde el principio. Lentamente se inicia una orientación hacia una soledad efectiva. Los actos comunes se reducen poco a poco y, tras muchos tanteos y experiencias, se llega a realizar lo que Bruno quiso para sus compañeros y lo que ciertamente hubiera deseado para aquellas que lo tenemos por Padre: una auténtica vida solitaria compartida fraternalmente.

Las monjas cartujas en España
            Comparando la familia cartujana con otras Órdenes monásticas, se advierte que en la Iglesia somos "un pequeño rebaño", y esto cabe aplicarlo de modo especial a la rama femenina. Nuestros monasterios, cuando más, no superaron el número de diez. Casi todos se concentraron en el sur-oeste de Francia y en el norte de Italia: sólo hubo dos en Bélgica y hasta hace poco ninguno en España.
            ¿Cómo explicar que nuestro país, de tan honda tradición contemplativa y cartujana, haya tardado tanto en tener en su suelo a las hijas de San Bruno? Misterio de la Providencia, que puede esclarecerse algo considerando que la existencia de monjas cartujas ha sido, y es aún hoy día, ignorada en muchos ambientes eclesiásticos que sólo conocen la rama masculina. Además en el pasado, algunas vocaciones a la vida cartujana femenina preferían orientarse hacia otro género de vída contemplativa antes que verse obligadas a dejar nuestra patria. Por último, nuestra Orden siempre se ha mostrado reservada al promover las fundaciones, no aceptándolas más que si podía asegurar a las monjas una existencia verdaderamente solitaria e independiente.
            Sin embargo, hacia 1949, en ciertos ambientes femeninos de España se despertó un vivo interés por la Cartuja, y, ante las repetidas demandas, el Capítulo General de la Orden designó una Cartuja de monjas de Italia, la de San Francesco, para recibir y formar a las aspirantes españolas, mientras se procedía a buscar un lugar adecuado para establecerlas en España.
            En 1960, se empezó la reconstrucción de la antigua abadía cisterciense de Santa María de Benifaçà (Castellón) para acondicionarla y transformarla en monasterio cartujano. En 1967, los edificios del interior de clausura estaban terminados, y un grupo de monjas españolas, procedentes de la Cartuja de San Francesco, depositaron en este desierto la primera semilla de la vida cartujana femenina en España.
            Santa María de Benifaçà se halla en un paraje privilegiado: un rincón agreste, en plena montaña, un verdadero "desierto cartujano". Sin embargo, nuestro monasterio lleva inscrita en su estructura la transición que hemos vivido las monjas cartujas en estos últimos años. Iniciada su reconstrucción cuando el Capítulo General no se había pronunciado sobre nuestra orientación a la soledad personal, sus edificios, vistos del exterior, ofrecen el aspecto cenobítico propio de nuestras antiguas casas. Pero en 1975, se hicieron en el interior las necesarias modificaciones, de modo que las monjas disponemos de celdas y de un marco ambiental con todas las características propias de la vocación solitaria-cartujana.
Ideal y espiritualidad cartujana
            Hablar de la espiritualidad y del ideal de la Cartuja es dirigir sencillamente una mirada agradecida hacia la roca de que fuimos talladas, hacia nuestro padre San Bruno. Este nombre evoca, para nosotras sus hijas, a aquel hombre de corazón profundo que se dejó seducir por la Absoluta Bondad de Dios y, renunciando a un brillante porvenir, se retiró al desierto de Chartreuse. Allí, permaneciendo a la escucha del Espíritu, concedió al Amor el derecho de ser el todo de su vida y ese Amor, desbordando del corazón de Bruno hasta el de los hermanos que con él vivían en el desierto, creó entre ellos un vínculo indestructible de caridad que nos han transmitido a través de los siglos.
            "Amor a Dios en el desierto" y "amor a las hermanas que comparten nuestro desierto" son los dos polos fundamentales de la vocación cartujana. Nuestra vocación no suele ser muy conocida en lo que tiene de más peculiar, y es que si con razón se nos considera "monjas contemplativas", pues lo somos, es muy importante añadir algo esencial de nuestra vocación: somos "una comunión fraterna de solitarias".
            Buscar la unión con Dios en el silencio y la soledad son nuestro principal empeño y el ideal de nuestra vocación. Por lo mismo, la soledad impregna nuestra existencia interior y exterior. Nuestros monasterios se construyen, deliberadamente, en lugares apartados de toda población. Las celdas se encuentran acondicionadas como ermitas, ofreciendo así a cada monja la posibilidad de una autentica vida solitaria. Una Cartuja reproduce, hoy en día, lo que fueron en Egipto las "Lauras" al principio del monacato cristiano.

Vocación cartujana-Vocación Eclesial
            Retirarse al desierto para pasar allí la entera existencia es una decisión que sólo puede tomarse cuando en el corazón arde la íntima certeza, más o menos bien formulada, de que en el seno de la soledad se esconde un AMOR incomparable que no puede ser igualado por ningún otro amor.
            La soledad cartujana no puede responder a una huida o confundirse con ésta, sino que es la respuesta a ese Amor, tan grande, que tiende a hacerse absorbente hasta ocupar la entera existencia.
            La vocación cartujana no es "un circuito cerrado con Dios". Al llamarnos al desierto Dios pensaba en su Iglesia y en todos los hombres de buena voluntad, y nuestra respuesta se la damos en tanto que miembros del Cuerpo de Cristo y como representantes de la entera familia humana. Deseamos ser el corazón adorante de la Iglesia y el corazón amante de la humanidad. Por eso, día y noche, desde nuestra soledad, elevamos al cielo la alabanza a Dios y en nombre de todos presentamos a Dios el grito de nuestros hermanos los hombres.
            Abrazar la vida solitaria en la Cartuja no supone desligarse de la familia humana sino que, separadas de todos, permanecemos unidas a todos, y en nombre de todos estamos en presencia del Dios vivo. En nuestro silencio y soledad arrastramos a todos los que buscan a Dios y a todos los que Dios busca: nada escapa a la influencia de la oración... En el Cuerpo místico de Cristo cumplimos la misión de arterias que, silenciosas y escondidas, transmiten incesantemente la sangre vivificante a los demás miembros.
            Aunque no entra directamente en nuestra vocación ser testigos ante el mundo, nuestra misma existencia es, en cierto sentido, un verdadero testimonio. Al orientarnos hacia aquél que ES, somos en nuestra sociedad como testigos de Dios, de su existencia, de su presencia en medio de los hombres. Nuestra vida misma intenta expresar que Dios puede colmar completamente un corazón humano y liberarlo de los condicionamientos de la sociedad de consumo, y así somos, en cierto modo, signos de la existencia de los bienes eternos.
            No estará fuera de lugar señalar que la existencia de una monja cartuja es una experiencia de alegría divina. No necesariamente una alegría exteriorizante, sino la que brota espontáneamente ante la certeza de saber que el Amor de Dios está realmente presente en nuestra vida, alegría ante la certeza de saber que la nuestra es una existencia bien empleada pues une en un mismo abrazo a Dios y a todos los hermanos.

2001 IX centenario de la muerte de S.Bruno

Wednesday, 28 January 2015

"Caminhos do Mar" (Rainha do Mar) by Dorival Caymmi (in Portuguese)



Rainha do mar
Yemanja Odoiá Odoiá
Rainha do mar

O canto vinha de longe
De la do meio do mar
Não era canto de gente
Bonito de admirar

O corpo todo estremece
Muda cor do céu do luar
Um dia ela ainda aparece
É a rainha do mar

Yemanja Odoiá Odoiá
Rainha do mar
Yemanja Odoiá Odoiá
Rainha do mar

Quem ouve desde menino
Aprende a acreditar
Que o vento sopra o destino
Pelos caminhos do mar

O pescador que conhece
as historias do lugar
morre de medo e vontade
de encontrar Yemanjá

Yemanja Odoiá Odoiá
Rainha do mar
Yemanja Odoiá Odoiá

"Caminhos do Mar" sung by Gal Costa and Danilo Caymmi.

Tuesday, 27 January 2015

Untitled Poem by José Thiesen (in Portuguese)

Ao F. M. Pires.

Dizem que te não devo mirar,
dizes que te não posso mirar.
Longe, se põe o sol, crocita o corvo.

Saturday, 24 January 2015

“Minha Mãe” by Casemiro de Abreu (in Portuguese)



Da Pátria formosa distante e saudoso
Chorando e gemendo meus cantos de dor,
Eu guardo no peito a imagem querida
Do mais verdadeiro, do mais santo amor:
— Minha Mãe!

Nas horas caladas das noites d’estio
Sentado sozinho co’a face na mão,
Eu choro e soluço por quem me chamava:
“Oh! Filho querido do meu coração!”
— Minha Mãe!

No berço pendente dos ramos floridos
Em que eu pequenino feliz dormitava,
Quem é que esse berço com todo o cuidado
Cantando cantigas alegre embalava?
— Minha Mãe!

De noite, alta noite, quando eu já dormia
Sonhando esses sonhos dos anjos dos céus
Quem que meus lábios dormentes roçava
Qual anjo da guarda, qual sopro de Deus?
— Minha Mãe!

Feliz o bom filho que pode contente
Na casa paterna de noite e de dia
Sentir as carícias do anjo de amores
Da estrela brilhante que a vida nos guia!
— Minha Mãe!

Por isso eu agora na terra do exílio
Sentado sozinho co’a face na mão
Suspiro e soluço por quem em chamava:
 “Oh! Filho querido do meu coração!”
— Minha Mãe!

Friday, 23 January 2015

“The Divine Comedy” by Dante Alighieri (Inferno: Canto XVII) (in Italian)



Inferno: Canto XVII

<<Ecco la fiera con la coda aguzza,
  che passa i monti, e rompe i muri e l'armi!
  Ecco colei che tutto 'l mondo appuzza!>>.

Si` comincio` lo mio duca a parlarmi;
  e accennolle che venisse a proda
  vicino al fin d'i passeggiati marmi.

E quella sozza imagine di froda
  sen venne, e arrivo` la testa e 'l busto,
  ma 'n su la riva non trasse la coda.

La faccia sua era faccia d'uom giusto,
  tanto benigna avea di fuor la pelle,
  e d'un serpente tutto l'altro fusto;

due branche avea pilose insin l'ascelle;
  lo dosso e 'l petto e ambedue le coste
  dipinti avea di nodi e di rotelle.

Con piu` color, sommesse e sovraposte
  non fer mai drappi Tartari ne' Turchi,
  ne' fuor tai tele per Aragne imposte.

Come tal volta stanno a riva i burchi,
  che parte sono in acqua e parte in terra,
  e come la` tra li Tedeschi lurchi

lo bivero s'assetta a far sua guerra,
  cosi` la fiera pessima si stava
  su l'orlo ch'e` di pietra e 'l sabbion serra.

Nel vano tutta sua coda guizzava,
  torcendo in su` la venenosa forca
  ch'a guisa di scorpion la punta armava.

Lo duca disse: <<Or convien che si torca
  la nostra via un poco insino a quella
  bestia malvagia che cola` si corca>>.

Pero` scendemmo a la destra mammella,
  e diece passi femmo in su lo stremo,
  per ben cessar la rena e la fiammella.

E quando noi a lei venuti semo,
  poco piu` oltre veggio in su la rena
  gente seder propinqua al loco scemo.

Quivi 'l maestro <<Accio` che tutta piena
  esperienza d'esto giron porti>>,
  mi disse, <<va, e vedi la lor mena.

Li tuoi ragionamenti sian la` corti:
  mentre che torni, parlero` con questa,
  che ne conceda i suoi omeri forti>>.

Cosi` ancor su per la strema testa
  di quel settimo cerchio tutto solo
  andai, dove sedea la gente mesta.

Per li occhi fora scoppiava lor duolo;
  e` di qua, di la` soccorrien con le mani
  quando a' vapori, e quando al caldo suolo:

non altrimenti fan di state i cani
  or col ceffo, or col pie`, quando son morsi
  o da pulci o da mosche o da tafani.

Poi che nel viso a certi li occhi porsi,
  ne' quali 'l doloroso foco casca,
  non ne conobbi alcun; ma io m'accorsi

che dal collo a ciascun pendea una tasca
  ch'avea certo colore e certo segno,
  e quindi par che 'l loro occhio si pasca.

E com'io riguardando tra lor vegno,
  in una borsa gialla vidi azzurro
  che d'un leone avea faccia e contegno.

Poi, procedendo di mio sguardo il curro,
  vidine un'altra come sangue rossa,
  mostrando un'oca bianca piu` che burro.

E un che d'una scrofa azzurra e grossa
  segnato avea lo suo sacchetto bianco,
  mi disse: <<Che fai tu in questa fossa?

Or te ne va; e perche' se' vivo anco,
  sappi che 'l mio vicin Vitaliano
  sedera` qui dal mio sinistro fianco.

Con questi Fiorentin son padoano:
  spesse fiate mi 'ntronan li orecchi
  gridando: "Vegna 'l cavalier sovrano,

che rechera` la tasca con tre becchi!">>.
  Qui distorse la bocca e di fuor trasse
  la lingua, come bue che 'l naso lecchi.

E io, temendo no 'l piu` star crucciasse
  lui che di poco star m'avea 'mmonito,
  torna'mi in dietro da l'anime lasse.

Trova' il duca mio ch'era salito
  gia` su la groppa del fiero animale,
  e disse a me: <<Or sie forte e ardito.

Omai si scende per si` fatte scale:
  monta dinanzi, ch'i' voglio esser mezzo,
  si` che la coda non possa far male>>.

Qual e` colui che si` presso ha 'l riprezzo
  de la quartana, c'ha gia` l'unghie smorte,
  e triema tutto pur guardando 'l rezzo,

tal divenn'io a le parole porte;
  ma vergogna mi fe' le sue minacce,
  che innanzi a buon segnor fa servo forte.

I' m'assettai in su quelle spallacce;
  si` volli dir, ma la voce non venne
  com'io credetti: 'Fa che tu m'abbracce'.

Ma esso, ch'altra volta mi sovvenne
  ad altro forse, tosto ch'i' montai
  con le braccia m'avvinse e mi sostenne;

e disse: <<Gerion, moviti omai:
  le rote larghe e lo scender sia poco:
  pensa la nova soma che tu hai>>.

Come la navicella esce di loco
  in dietro in dietro, si` quindi si tolse;
  e poi ch'al tutto si senti` a gioco,

la` 'v'era 'l petto, la coda rivolse,
  e quella tesa, come anguilla, mosse,
  e con le branche l'aere a se' raccolse.

Maggior paura non credo che fosse
  quando Fetonte abbandono` li freni,
  per che 'l ciel, come pare ancor, si cosse;

ne' quando Icaro misero le reni
  senti` spennar per la scaldata cera,
  gridando il padre a lui <<Mala via tieni!>>,

che fu la mia, quando vidi ch'i' era
  ne l'aere d'ogne parte, e vidi spenta
  ogne veduta fuor che de la fera.

Ella sen va notando lenta lenta:
  rota e discende, ma non me n'accorgo
  se non che al viso e di sotto mi venta.

Io sentia gia` da la man destra il gorgo
  far sotto noi un orribile scroscio,
  per che con li occhi 'n giu` la testa sporgo.

Allor fu' io piu` timido a lo stoscio,
  pero` ch'i' vidi fuochi e senti' pianti;
  ond'io tremando tutto mi raccoscio.

E vidi poi, che' nol vedea davanti,
  lo scendere e 'l girar per li gran mali
  che s'appressavan da diversi canti.

Come 'l falcon ch'e` stato assai su l'ali,
  che sanza veder logoro o uccello
  fa dire al falconiere <<Ome`, tu cali!>>,

discende lasso onde si move isnello,
  per cento rote, e da lunge si pone
  dal suo maestro, disdegnoso e fello;

cosi` ne puose al fondo Gerione
  al pie` al pie` de la stagliata rocca
  e, discarcate le nostre persone,

si dileguo` come da corda cocca.

Thursday, 22 January 2015

“Pastores que veláis” by St. Therese of Avila (in Spanish)



¡Ah, pastores que veláis,
por guardar vuestro rebaño,
mirad que os nace un Cordero,
Hijo de Dios Soberano!

Viene pobre y despreciado,
comenzadle ya a guardar,
que el lobo os le ha de llevar,
sin que le hayamos gozado.
Gil, dame acá aquel cayado
que no me saldrá de mano,
no nos lleven al Cordero:
¿no ves que es Dios Soberano?

¡Sonzas!, que estoy aturdido
de gozo y de penas junto.
¿Si es Dios el que hoy ha nacido,
cómo puede ser difunto?
¡Oh, que es hombre también junto!
La vida estará en su mano;
mirad, que es este el Cordero,
Hijo de Dios Soberano.

No sé para qué le piden,
pues le dan después tal guerra.
Mía fe, Gil, mejor será
que se nos torne a su tierra.
Si el pecado nos destierra,
y está el bien todo en su mano,
ya que ha venido, padezca
este Dios tan Soberano.

Poco te duele su pena;
¡oh, cómo es cierto del hombre,
cuando nos viene provecho,
el mal ajeno se esconde!
¿No ves que gana renombre
de pastor de gran rebaño?
Con todo, es cosa muy fuerte
que muera Dios Soberano.