Para pedir al Divino Padre sus adoradores.
¡Oh
Padre amadísimo! Aquí tienes al más miserable y pequeño de tus hijos que viene
a abrirte su alma y a pedirte lo que sólo Tú puedes darle. Y precisamente
porque la petición es grande y porque sé que los elementos todos del infierno
se han de oponer a su realización, por eso, me dirijo a Ti, oh Padre
Omnipotente, por eso vengo a hablarte en nombre de tu divino Hijo y con los
labios de María Inmaculada.
Oh
Padre, vengo a pedirte algo que no puedes dejar de concederme porque es tu
propia gloria. Sí Padre Amadísimo, quiero tu gloria; pero una gloria inmensa,
que sobrepase a la que te dan los seres inanimados o irracionales, y que tenga
por modelo la que te dio tu Hijo divino a su paso por la tierra.
El
salmista invitaba a la creación para bendecir tu nombre y las obras de tus
manos se apresuraron a obsequiar esos deseos. Por eso en tono afirmativo
repetimos sin cesar: Coeli ennarrant gloriam Dei… Sí, las criaturas materiales
te alaban. En los astros descubrimos la grandeza de tu poder, en las flores y
los fruíoslas delicadezas de tu amor. La inmensidad del Océano nos pregonan tu
omnipotencia y el orden maravilloso del Universo nos asegura tu infinita
Sabiduría. Pero, oh Padre, ninguno de esos seres te da la gloria que más
deseas, porque ellos no aman y Tú quieres la gloria del Amor.
* * * * *
Para
indicarnos la gloria que querías, hiciste que tu Hijo encarnara y que viniese a
este mundo. A nadie quisiste confiarle misión tan sublime, sino a tu Verbo.
Querías que fuese tu propia Palabra la que nosotros escucháramos.
Por eso
Jesús dijo, «Yo he hablado las cosas que oí a mi Padre» o las cosas de mi
Padre. Y, ¡qué bien supo cumplir su misión ese Verbo Encarnado! Con cuanta
razón pudo decir ante de su muerte: «Yo por mi te he glorificado en la tierra,
tengo acabada la Obra cuya ejecución me encomendaste (Jn. 17, 4)
Tu
gloria oh Padre fue su pasión sobre la tierra; por buscarla su hizo niño con
los niños, sabio con los sabios, para ello cargó sobre sí las miserias todas de
los hombres, a fin de borrarlas y dejar una humanidad redimida, blanca y pura.
Para ello formó sacerdotes que perpetuaran su Sacrificio por el que te dio
tanta gloria.
Más,
¡oh Padre Adorado! Yo quiero descubrir en el Corazón de tu Divino Hijo un gran
secreto de glorificación para Ti, cuando en términos generales y velados le
dijo a la samaritana: «Pero ya llega el tiempo, ya estamos en él, cuando los
verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales
son los adoradores que el Padre busca (Jn. 4,23).
Jesús
fue el primer gran adorador en Espíritu, ya que el Espíritu Santo era su guía y
el alma de su alma; ya que como Dios tenía con Él una misma naturaleza. Fue el
primero en amarlo en Verdad pues Él era la Verdad misma y por eso Jesús es el
Modelo de esas almas que bosquejaba a la samaritana. Después de Jesús, María y
algunas de las almas escogidas que seguían de cerca al Divino Maestro.
Pero
Jesús en mi sentir, oh Padre amado, veía el más allá. Contemplaba los siglos
que vendrían hasta el fin del mundo y después de proponer los Modelos, verá a
lo lejos las almas que serán su porción escogida. Él te glorificó, y su Iglesia
Santa no deja de glorificarte, haciéndote el Centro de su admirable liturgia;
pero en el corazón de los fieles, ¡cuánto olvido para Ti! Cuánta indiferencia a
los ideales supremos de glorificación que para Ti tuvo de divino Hijo.
Triste
es decirlo, Padre mío, pero después de 19 siglos, el mundo no ha sabido
comprender esos sentimientos del Corazón de Cristo. Y si no ¿En dónde están los
grandes devotos tuyos? En la vida misma de los santos ¿Qué se nos dice en orden
a esa gloria especial que por su amor para Ti debieran darte?
Bien es
cierto que no han faltado almas privilegiadas que te amen con pasión; pero
¿Bastará eso a llenar las aspiraciones de Jesús? ¿Será justo que terminen los
tiempos y que tu amor se haya perdido en las generalidades de una devoción
vulgar? ¿Será mucho pedir que el mundo atienda a los deseos y al ejemplo de
Cristo y que se vuelva hacia Ti para ofrendarte lo mejor de sus bellezas y lo
más sublime de su amor?
¿Qué quiero para Ti, oh Padre amado?
Una
legión de almas que en cuanto sea posible reproduzcan a la humanidad tal como
había sido en la mente divina sin la caída del primer hombre. Almas puras y
sencillas que te desagravien y te consuelen por aquella decepción, diré, que
tuviste al crear al primer hombre y contemplar su caída. Cuando Tu queriendo
encontrar en él cariño de verdadero hijo, lo viste desobedecer.
Por eso
ahora te pido, oh Padre, verdaderos hijos y adoradores que hagan de la tierra
un paraíso y de sus almas y sus hogares tus casas, donde Tu reines y donde tu
Divino Hijo se sienta como en su propia casa, ya que Él no tiene otra casa
donde habitar sino la Tuya. Y que allí viva como vivió en tu Seno desde toda la
eternidad. Oh si fuera posible que en esas moradas donde debes reflejar tu
Cielo en la tierra, no se conociese el pecado: ¡Qué dicha sin igual!
¿Cómo quiero que sean?
Almas
hostias con Jesús Sacerdote par tu gloria oh Padre. Que su mirada sea límpida
como el Cielo y su corazón grande, como el Corazón de Jesús donde vivirán
escondidas. Su alma sencilla como la de un niño, reflejando la encantadora
sencillez de Jesús al elevar sus ojos cuando te deba gracias. Que con los
Cielos canten la gloria de Dios y con el firmamento anuncien la grandeza de sus
obras, ya que deben ser como un cielo límpido que refleje las gracias de Dios.
Que
sean almas sacerdotales, pues debiendo ser víctimas tendrán que formar una sola
Hostia con Jesús Sacerdote. Su corazón sacerdotal tendrá como misión
agradecerte siempre el sacerdocio eterno de Cristo y su prolongación en los
Cristos de la tierra. Ellas amarán por todo y por todos, prestando su corazón
aún a los seres inanimados para que en ellas amen todos esos seres criados por
tu amor, ¡oh Padre Santo!
Almas
de niños, se conmoverán por cualquier don de Dios, y como no hay nada semejante
al Sacerdocio eterno de Cristo y su comunicación a las almas, ellas se
convertirán en deudoras con Cristo cerca de Ti, oh Padre amado, para darte
gracias por su Sacerdocio eterno y ellas serán también auxiliares del sacerdote
en esa imperiosa necesidad de agradecer el don inestimable de su vocación
sacerdotal.
Quiero
para Ti, oh Padre, almas en las que brille la perfecta alegría, herencia de la
pureza y del dolor. Que ellas manifiesten al mundo que no hay dicha más grande
que aquella que se encuentra en tu servicio y en la fidelidad a tu amor. Que
por vivir cerca de Ti, reciban tu divina fecundación y la vayan distribuyendo
en el campo de las almas, para que todas te reconozcan y te amen como a Padre.
Que sean almas víctimas, alma Hostias; pero formando con Jesús una sola hostia,
así como deben participar de su mismo sacerdocio.
Más ¡oh
Padre Amado! ¿Será posible tan cosa? Si fuera obra humana seguro que no; pero
no debe ser sino el fruto del sacrificio de Jesús. ¿Recuerdas Padre amado que
Él te pidió en la última Cena que lo glorificaras para que Él mismo te
glorificara? Y Tu bien sabes, Padre mío, que la única gloria que tu Hijo busca
es la tuya. Esa petición equivalía pues a decirte que por sus obras, por su
vida y por su muerte, fueras más y más glorificado y que lo fueras en aquellos
discípulos que tanto te encomendaba y que debían continuar su obra en la
tierra. Por eso les dijo amaba como Tú lo amaste y que quería que ellos te
amaran con tu mismo amor, pues Él nada quiere que no lleve el sello de tu Amor.
Así
pues oh Padre amado, estas almas que te pido son conquista de Jesús. Con ellas
serás glorificado y glorificarás a Quien te las conquistó con sus enseñanzas y
con su Sacrificio. Tú que tanto amas a tu Divino Hijo, que lo buscas
dondequiera, ¿Habrías de negarle ese gusto de verse reproducido en las almas
que lleven como pasión su única pasión y como amor su Supremo amor que eres Tú?
A Ti oh
Padre, siempre te conmueven las lágrimas de Jesús. Pero si divinas y
encantadoras fueron todas las que brotaron de sus ojos, aquellas que en el
silencio haya derramado al contemplar esos perfectos Adoradores Tuyos ¿Qué te
harían sentir, oh Padre amado? Pues bien, oh Padre, el corazón de esas alma
adoradoras Tuyas quiere ser como una ánfora que vaya recogiendo esas lágrimas
de alegría que broten de los ojos de Jesús al verte amado.
Las
provocarán y las guardarán como precioso tesoro. Y el día de su muerte, cuando
el cuerpo tenga que separarse de su alma, envolverán a ésta con ese delicado
perfume, y así se presentarán delante de Ti, oh Padre para que las reconozcas
como Tuyas y las ames con un amor eterno.
Con ese
perfume quien perfumar el primer beso que te den al llegar a la Patria, y que
será un remedo del beso eterno que Tu imprimes a tu Verbo. Será tu Espíritu
quien así como eternamente te une con tu Hijo y consuma tu amor, así también
introduzca a estas almas en la unidad de la Trinidad.
Más oh
Padre! el demonio envidioso de tu gloria y de este triunfo del Sacrificio de tu
Hijo ha de poner asechanzas especiales a estas almas, a fin de perderlas; pero
oh Padre, te ruego por el amor mismo de tu Hijo, que no permitas que ninguna se
pierda ni sea infiel a su santa vocación. Que tu mirada les sirva de escudo y
que los ataques de Satanás sólo sirvan para demostrar su fidelidad y el celo
ardiente por tu gloria. Cúbrelas con su Sombra Divina para que el mundo no las
vea ni las toque. Que sus almas sean como huertos cerrados donde Tú solo
habites.
Oh
Padre! para sellar mi oración y tener la seguridad de que sea oída, dígnate
aceptar por medio del Corazón desamparado de María a tu Divino Hijo como
Víctima y acepta en su unión a todos tus Adoradores para que tu gloria sea
plena y las almas se salven. Así sea!