ACTO TERCERO
[En la
torre]
Sale CLARÍN
CLARÍN: En una encantada torre,
por lo que sé, vivo preso.
¿Qué me harán por lo que ignoro
si por lo que sé me han muerto?
¡Que un hombre con tanta hambre
viniese a morir viviendo!
Lástima tengo de mí.
Todos dirán: "bien lo creo;"
y bien se puede creer,
pues para mí este silencio
no conforma con el nombre
Clarín, y callar no puedo.
Quien me hace compañía
aquí, si a decirlo acierto,
son arañas y ratones.
¡Miren qué dulces jilgueros!
De los sueños de esta noche
la triste cabeza tengo
llena de mil chirimías,
de trompetas y embelecos,
de procesiones, de cruces,
de disciplinantes; y éstos
unos suben, otros bajan,
otros se desmayan, viendo
la sangre que llevan otros;
mas yo, la verdad diciendo,
de no comer me desmayo;
que en esta prisión me veo,
donde ya todos los días
en el filósofo leo
Nicomedes, y las noches
en el concilio Niceno.
Si llaman santo al callar,
como en calendario nuevo
San Secreto es para mí,
pues le ayuno y no le huelgo;
aunque está bien merecido
el castigo que padezco,
pues callé, siendo crïado,
que es el mayor sacrilegio.
Ruido de cajas y gente, y dicen dentro
SOLDADO 1º: Ésta es la torre en que está.
Echad la puerta en el suelo;
entrad todos.
CLARÍN: ¡Vive Dios!
Que a mí me buscan, es cierto,
pues que dicen que aquí estoy.
¿Qué me querrán?
Salen los soldados que pudieren
SOLDADO 1º: Entrad dentro.
SOLDADO 2º: Aquí está.
CLARÍN: No está.
TODOS: Señor...
CLARÍN: (¿Si vienen borrachos éstos?) Aparte
SOLDADO 2º: Tú
nuestro príncipe eres.
Ni admitimos ni queremos
sino al señor natural,
y no príncipe extranjero.
A todos nos da los pies.
TODOS: ¡Viva el gran príncipe nuestro!
CLARÍN: (¡Vive Dios, que va de veras!
Si es costumbre en este reino
prender uno cada día
y hacerle príncipe, y luego
volverle a la torre? Sí,
pues cada día lo veo;
fuerza es hacer mi papel). Aparte
TODOS: Danos tus plantas.
CLARÍN: No puedo,
porque las he menester
para mí, y fuera defecto
ser príncipe desplantado.
SOLDADO º: Todos a tu padre mismo
le dijimos que a ti solo
por príncipe conocemos,
no al de Moscovia.
CLARÍN: ¿A mi padre
le perdisteis el respeto?
Sois unos tales por cuales.
SOLDADO 1º: Fue lealtad de nuestros pechos.
CLARÍN: Si fue lealtad, yo os perdono.
SOLDADO 2º: Sal a restaurar tu imperio.
¡Viva Segismundo!
TODOS: ¡Viva!
CLARÍN: (¿Segismundo dicen? ¡Bueno! ) Aparte
(
Segismundo llaman todos los príncipes contrahechos).
Sale SEGISMUNDO
SEGISMUNDO:
¿Quién nombra aquí a Segismundo?
CLARÍN: (¡Mas que soy príncipe huero!) Aparte
SOLDADO 2':
(Quién es Segismundo?
SEGISMUNDO: Yo.
SOLDADO 2º: ¿Pues, cómo, atrevido y necio,
tú te hacías Segismundo?
CLARÍN: ¿Yo Segismundo? Eso niego,
que vosotros fuisteis quien
me segismundeasteis, luego
vuestra ha sido solamente
necedad y atrevimiento.
SOLDADO 1º: Gran príncipe Segismundo
--que las señas que traemos
tuyas son, aunque por fe
te aclamamos señor nuestro--,
tu padre, el gran rey Basilio,
temeroso que los cielos
cumplan un hado, que dice
que ha de verse a tus pies puesto,
vencido de ti, pretende
quitarte acción y derecho
y dársela a Astolfo, duque
de Moscovia. Para esto
juntó su corte, y el vulgo,
penetrando ya, y sabiendo
que tiene rey natural,
no quiere que un extranjero
venga a mandarle. Y así,
haciendo noble desprecio
de la inclemencia del hado,
te ha buscado donde preso
vives, para que valido
de sus armas, y saliendo
de esta torre a restaurar
tu imperial corona y cetro,
se la quites a un tirano.
Sal, pues; que en ese desierto,
ejército numeroso
de bandidos y plebeyos
te aclama. La libertad
te espera. Oye sus acentos.
DENTRO: ¡Viva Segismundo, viva!
SEGISMUNDO: ¿Otra
vez? ¿Qué es esto cielos?
¿Queréis que sueñe grandezas
que ha de deshacer el tiempo?
¿Otra vez queréis que vea
entre sombras y bosquejos
la majestad y la pompa
desvanecida del viento?
¿Otra vez queréis que toque
el desengaño os el riesgo
a que el humano poder
nace humilde y vive atento?
Pues no ha de ser, no ha de ser.
Miradme otra vez sujeto
a mi fortuna; y pues sé
que toda esta vida es sueño,
idos, sombras, que fingís
hoy a mis sentidos muertos
cuerpo y voz, siendo verdad
que ni tenéis voz ni cuerpo;
que no quiero majestades
fingidas, pompas no quiero,
fantásticas ilusiones
que al soplo menos ligero
del aura han de deshacerse,
bien como el florido almendro,
que por madrugar sus flores,
sin aviso y sin consejo,
al primero soplo se apagan,
marchitando y desluciendo
de sus rosados capillos
belleza, luz y ornamento.
Ya os conozco, ya os conozco,
y sé que os pasa lo mismo
con cualquiera que se duerme;
para mí no hay fingimientos;
que, desengañado ya,
sé bien que la vida es sueño.
SOLDADO 2º: Si piensas que te engañamos,
vuelve a ese monte soberbio
los ojos, para que veas
la gente que aguarda en ellos
para obedecerte.
SEGISMUNDO: Ya
otra vez vi aquesto mesmo
tan clara y distintamente
como agora lo estoy viendo,
y fue sueño.
SOLDADO 2º: Cosas grandes
siempre, gran señor, trujeron
anuncios; y esto sería,
si lo soñaste primero.
SEGISMUNDO: Dices
bien. Anuncio fue
y caso que fuese cierto,
pues la vida es tan corta,
soñemos, alma, soñemos
otra vez; pero ha de ser
con atención y consejo
de que hemos de despertar
de este gusto al mejor tiempo;
que llevándolo sabido,
será el desengaño menos;
que es hacer burla del daño
adelantarle el consejo.
Y con esta prevención,
de que cuando fuese cierto,
es todo el poder prestado
y ha de volverse a su dueño,
atrevámonos a todo.
Vasallos, yo os agradezco
la lealtad; en mí lleváis
quien os libre, osado y diestro,
de extranjera esclavitud.
Tocad al arma, que presto
veréis mi inmenso valor.
Contra mi padre pretendo
tomar armas, y sacar
verdaderos a los cielos.
Presto he de verle a mis plantas...
(Mas si antes de esto
despierto, Aparte
(no ser bien no decirlo,
supuesto que no he de hacerlo?)
TODOS: ¡Viva Segismundo, viva!
Sale CLOTALDO
CLOTALDO: ¿Qué alboroto es éste, cielos?
SEGISMUNDO:
Clotaldo.
CLOTALDO: Señor... (En mí
su rigor prueba). Aparte
CLARÍN: (Yo apuesto
que le despeña del monte). Aparte
Vase CLARÍN
CLOTALDO: A tus reales plantas llego,
ya sé que a morir.
SEGISMUNDO: Levanta,
levanta, padre, del suelo;
que tú has de ser norte y guía
de quien fíe mis aciertos;
que ya sé que mi crïanza
a tu mucha lealtad debo.
Dame los brazos.
CLOTALDO: ¿Qué dices?
SEGISMUNDO: Que
estoy soñando, y que quiero
obrar bien, pues no se pierde
obrar bien, aun entre sueños.
CLOTALDO: Pues, señor, si el obrar bien
es ya tu blasón, es cierto
que no te ofenda el que yo
hoy solicite lo mesmo.
¡A tu padre has de hacer guerra!
Yo aconsejarte no puedo
contra mi rey, ni valerte.
A tus plantas estoy puesto;
dame la muerte.
SEGISMUNDO: ¡Villano,
traidor, ingrato! (Mas,
¡cielos!,
reportarme me conviene,
que aún no sé si estoy despierto). Aparte
Clotaldo, vuestro valor
os envidio y agradezco.
Idos a servir al rey
que en el campo nos veremos.
Vosotros, tocad al arma.
CLOTALDO: Mil veces tus plantas beso.
SEGISMUNDO: A
reinar, Fortuna, vamos;
no me despiertes, si duermo,
y si es verdad, no me duermas.
Mas, sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa.
Si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos.
Vanse y tocan al arma