Sr. Director:
Mi nombre es Sebastián Castella y soy matador de
toros. Sé que en los tiempos que corren no es la mejor carta de presentación,
pero precisamente por eso me dirijo a usted, cansado de que los toreros nos
hayamos convertido en moneda de cambio política y nuestra imagen sea
vilipendiada día tras día en el panorama informativo.
Soy francés, afincado en España desde hace casi
veinte años. Siempre he admirado a los españoles como pueblo que,
históricamente, ha defendido y luchado por su libertad. Y ahora, sinceramente,
no lo reconozco.
Cada día presencio con estupor cómo se vulneran
derechos fundamentales que, como ciudadano europeo, me corresponden: el derecho
a la libertad y la seguridad que reconoce el artículo 6 de la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea; el derecho a la libertad de
pensamiento recogido en el artículo 10 del mismo documento; el derecho a la
libertad de expresión y libertad de las artes amparados por los artículos 11 y
13 de dicha carta; o la prohibición de cualquier tipo de discriminación
reconocida por el artículo 21 de ese mismo documento.
Si de las leyes españolas hablamos, como ciudadano
francés residente en España me irrita ver cómo se vulneran diariamente, cuando
al toreo se refiere, los artículos 14 ("Los españoles son iguales ante la
ley"), 18 ("Se garantiza el derecho al honor"), 20 ("Se
reconocen y protegen los derechos [...] a la producción y creación
artística") ó 35 ("Todos los españoles tienen el deber de trabajar y
el derecho al trabajo").
Porque, en efecto, aquellos que estamos en el mundo
del toro, como profesionales o como aficionados, somos ciudadanos de segunda, a
quienes se nos cercena nuestra libertad de expresión y creación artística en
nombre de una presunta corriente animalista que no encierra más que una
persecución política e ideológica. Se vulnera nuestro derecho al honor
acusándonos día tras día de asesinos y se nos priva de nuestro derecho al
trabajo cerrando plazas por capricho de quienes, enarbolando la supuesta
bandera de la progresía, se creen en el derecho de arrebatarle la libertad a un
pueblo que necesita gobernantes que gobiernen por y para todos, incluidos los
que les gustan los toros, que somos unos cuantos millones en toda España.
El problema, Sr. Director, es que está mal visto
decirlo. Pero o se acaba el tiempo de la vergüenza o se acabará el nuestro. Y
primero cercenarán nuestra libertad, y después seguirán muchas otras. Por eso
desde estas líneas quiero hacer un llamamiento no solo a los aficionados a los
toros o a los que alguna vez han pisado una plaza, sino a todos aquellos que
quieren un país libre, libre de verdad: vamos a juntarnos, a darnos la mano;
vamos a alzar la voz y a decir con orgullo que queremos ejercer nuestra
libertad para ir a los toros sin que nos acorralen en las puertas de las
plazas; para decir que nos gustan los toros sin que nos llamen asesinos. Porque
hoy son los cosos taurinos, pero mañana será cualquier otra manifestación
artística que no les caiga en gracia. El pensamiento único es así.
El toreo no es de izquierdas ni de derechas. No es
político. Es de poetas, pintores y genios. De Lorca y de Picasso, dos artistas
poco sospechosos de fascistas ni asesinos. Es del pueblo.
Salgamos del armario y llenemos las plazas. Tomemos
las calles. Son tan nuestras como de los prohibicionistas. Y nosotros somos
más. Y podemos gritar más fuerte.
Diría que es la hora de indignarse, pero no quiero
usar palabras manipuladas de antemano. No hay mayor verdad que la de un hombre
ante un toro bravo. En nuestra mano está que no nos la quiten.
Atentamente,
Sebastián Castella
No comments:
Post a Comment